Monday, March 16, 2009

LGE Capítulo 5: M es por Vendetta

-¡Merry espera! –la pequeña hobbit miraba a su amigo de la infancia con desesperación. Tras ella se encontraban una multitud de diminutas casas de cartón, las cuales ahora eran el hogar de lo que quedaba de su raza.

-No puedo quedarme más tiempo en este lugar, Tiara –respondió Meriadoc VII sin detenerse.

-¡La comarca se ha perdido para siempre! –exclamó Tiara- ¡Nada de lo que hagamos la hará volver!

-Aun puedo hacerlos pagar por nuestro sufrimiento –dijo secamente el joven hobbit, al tiempo que aceleraba el paso.

-Merry… -musitó Tiara con triste expresión. Momentos después se detuvo, resignada. No pudo hacer más que observar impotentemente como su amigo se alejaba cada vez más y más.

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-Veamos si entendí -dijo Jack mientras ella y Rin bajaban del Eva-01- eres una diosa de la muerte y estás aquí para enviar las almas de los pasajeros muertos al más allá…

-No se olvide de nosotros señor Jack –interrumpió Emiya, quien al lado de John Locke y Meriadoc VII, sonreía entusiastamente.

-A sí, el viajero del tiempo, el hobbit y el exlíder de un equipo científico ninja… -Jack miró a los tres pilotos de Mazingertron con una enigmática sonrisa.
-¿Crees que mentimos, no es cierto? –dijo Rin mirando a Jack inquisitivamente.

-Por el contrario –replicó Jack-, hace mucho tiempo alguien predijo que esto sucedería…

-¿Alguien lo predijo? –Rin estaba sorprendida.

-¡Los caballeros de la justicia han nacido en este día! –exclamó de subido, Jack mientras apuntaba heroicamente con su brazo derecho al cielo- ¡Aquellos que confíen al mal su suerte, que se cuiden de nuestro poder!

-Este tipo… -dijo Rin con incredulidad.

John Locke, Meriadoc VII y Emiya, sin embargo, lucían entusiasmados.

-¡Los caballeros de la justicia han nacido! –exclamaron los tres al unísono.

-Menuda bola de locos –dijo Rin con fastidio. Sin embargo, una tenue sonrisa se había formado en sus labios.

En otro lugar…

La fría voz había desaparecido. Sola en la oscura sala de adivinación, Hinoto aún no podía creer lo que acababa de ocurrir. Emiya lo había conseguido. La puerta a un nuevo futuro acababa de abrirse. La guerra se libraría nuevamente y esta vez, los sellos tenían una oportunidad.

-Jack… -musitó la princesa de blanca cabellera mientras el llanto acudía nuevamente a sus ojos. Esta vez, sin embargo, las lágrimas que caían sobre el pequeño llavero con la forma de Optimus Prime, eran de felicidad.

En la isla misteriosa…

Los cinco “caballeros de la justicia” miraban confundidos la playa donde se encontraban los restos del vuelo 815 de Oceanic Flight. El lugar parecía ahora un centro turístico. Cerca de donde se encontraban, un grupo de chicas en diminutos bikinis jugaban volleyball en la arena. Un poco más allá un grupo de hombres de apariencia noble, atractiva y misteriosa –los cuales recordaban la imagen del vampiro gótico- miraban pensativamente hacia la distancia. En el mar, un grupo de muchachas con orejas de gato se lanzaban agua las unas a las otras.

¿Pero qué fue lo que pasó aquí? –preguntó un sorprendido Jack, recordando el enorme caos que era ese lugar apenas unas horas antes. Ciertamente, él había tratado a todos los heridos antes de marcharse pero ahora nadie parecía tener ni siquiera un rasguño.

-Magia por supuesto –dijo entonces una voz femenina.

Unos cuantos metros a la izquierda de Jack y sus compañeros, una chica de cabello rosado, camisa blanca y larga capa negra emergió desde la selva que rodeaba aquella playa. La seguía un joven de cabello negro, el cual usaba una playera azul con blanco y portaba una oxidada espada en la espalda.

-¿Y tu eres? –dijo Rin, mirando a la chica con desconfianza.

-Louise Françoise le Blanc de la Vallière, tercer hija de la noble familia La Vallière –dijo la muchacha de cabellos rosado con pomposidad- y éste es mi Tsukaima, Saito –agregó, señalando al joven que se encontraba junto a ella.

En la parte más remota de aquella playa…

El profesor Hurley, un rollizo hombre en sus treinta, miraba las partes del avión que se había pasado recolectando ese día. Estaba seguro de poder crear algo capaz de sacarlo a él y al resto de los supervivientes de aquella extraña isla. Debía llegar a Japón lo más pronto posible. Tenía importantes datos que compartir con Gendou y el resto del equipo de desarrollo de los Evangelions. Sí su teoría era correcta, entonces quizá todavía había esperanza para la humanidad…

De vuelta con los cinco “caballeros de la justicia”…

-Vamos a ver si entendí –dijo Jack mientras miraba a Louise y Saito- ¿Un hombre apareció de pronto, curó a todos los heridos y convirtió la playa en un centro vacacional? ¿Y Louise supo que era un hechicero porque ella es a su vez una maga?

-Exactamente –respondió Louise con seguridad- era un hechicero extremadamente habilidoso y…

-Todo lo contrario a Louise –le interrumpió Saito con una sonrisa- ella seguramente habría volado toda la playa al intentar curar a los heridos, ¿cierto Louise?

-Chico… -le susurró John Locke mientras señalaba disimuladamente a Louise.

El rubor cubría el rostro de la joven maga. A pesar de que tenía los ojos cerrados, un aura peligrosa parecía emanar de ella.

-S…Sa… -empezó a decir.

-¿Lo…louise? –Saito comenzó a retroceder, atemorizado.

-¡Saito, perro idiota! –grito entonces Louise y apuntó su varita hacía el joven.

Instantes después el desdichado muchacho volaba por los aires, producto de la incontrolable explosión creada por la magia de la chica.

En el mar, a un kilometro de distancia de la isla…

A bordo de un pequeño bote de madera, un hombre calvo de media edad y lentes negros, envuelto en una túnica verde, remaba felizmente. Su nombre era Jarod y era un hechicero dedicado al arte secreto del fanservice. Estaba acompañado de una pequeña hada, la cual tenía grandes ojos expresivos, rostro infantil y orejas puntiagudas. Usaba un vestidito rosa aparentemente hecho con flores.

-Pupurupu –dijo la pequeña hada mientras volaba alrededor de Jarod con alegría.

-Tienes razón, Moe –dijo el hechicero, quien al parecer podía comprender el lenguaje del hada- éste ha sido uno de mis mejores trabajos…

Un gran estruendo sacudió entonces el aire. Desconcertado, Jarod miró en dirección a la isla. Un humo gris se levantaba de la playa que el hechicero recién arreglara. Instantes después, ante la mirada alarmada del hombre, una serie de explosiones comenzaron a sucederse las unas a las otras. Alguien estaba destruyendo su trabajo.

De vuelta con los protagonistas de esta épica historia…

Saito corría desesperadamente, mientras las explosiones se sucedían a su alrededor. A un par de pasos detrás de él, Louise agitaba con furia su varita mágica. Jack, Rin, John, Meriadoc y Emiya, observaban la escena sin saber qué hacer. El poder de aquella niña era increíble. Un grupo de lolitas que hasta entonces hacían un castillo de arena, salieron despedidas por los aires. Pronto, unos jóvenes bishonen, sospechosamente tomados de la mano, sufrieron el mismo destino. El caos se apoderaba nuevamente de aquella playa.

-Una mujer belicosa –comentó Meriadoc divertido.

-Sí esto continúa alguien puede salir herido –comentó el siempre responsable Emiya.

-Los jóvenes de ahora –suspiró resignado John, mientras sacudía la cabeza con desaprobación.

-Ya fue suficiente –dijo Rin, antes de desaparecer sin dejar rastro.

-¿Eh? –la súbita desaparición de Rin, hizo por quien reaccionar a Jack quien había estado muy ocupado observando la lluvia de bellas chicas que se sucedía frente a sus ojos.

-¡Perro tonto! –continuaba gritando Louise mientras perseguía a su Tsukaima. De pronto, la mujer que recién había conocido se materializo frente a ella.

-Alto –dijo simplemente.

Louise, grandemente sorprendida ante aquella súbita aparición, se detuvo en el acto.

-¡Nooooo! –gritó entonces una voz.

Ambas chicas giraron el rostro sólo para contemplar a Jack quien, a una velocidad inhumana, corría hacía ellas.

-¡No te lleves su alma, Rin! –dijo, al tiempo que daba un gran salto en dirección a la shinigami.

Tomada por sorpresa por la conducta sin sentido de Jack, la joven mujer no se movió. Recibió de lleno el peso del médico e instantes después, ambos cayeron de bruces al suelo ante la mirada estupefacta de Louise.

-¡Qué estás haciendo idiota! –gritó una furiosa Rin, mientras intentaba quitarse a Jack de encima.

Este sin embargo, no respondió. Estaba completamente noqueado.

Louise estaba atónita. Miró a Rin sin saber que decir.

-No tienes de que preocuparte –explicó la mujer de larga negra cabellera mientras hacía al inconsciente Jack a un lado y se ponía de pie –cómo soy una shinigami, este tonto se imaginó lo peor…

-¿Están bien? -preguntó un magullado Saito mientras se acercaba a Louise, Rin y Jack.

-¿Shi… Shi…Shinigami? –preguntó Louise mientras su cuerpo comenzaba a temblar levemente.

-¿Shinigami? –repitió un perplejo Saito, sin saber lo que ocurría.

-¿Sa… Saito, no… no es ese el nombre…d…del…an…ángel de la m...mu...muerte en t…tu país? –tartamudeó Louise, sin dejar de mirar a Rin.

-¿Eh? –replicó el joven, sin comprender a que venía aquella pregunta de Louise- bueno podría decirse eso aunque…

-Tranquilízate niña –lo interrumpió Rin mientras daba media vuelta- los shinigamis no cosechamos almas del modo que piensas…

Sin decir nada más la joven mujer comenzó a alejarse en dirección a Emiya, Meriadoc y John, quienes se acercaban corriendo hacia ellos. “Dios, los occidentales son unos tontos” pensó enfurruñada. Louise, por su parte, suspiró aliviada “estaré preparada en caso de que la shinigami cambie de opinión” se dijo. Un confundido Saito, mientras tanto, miraba perplejo a ambas mujeres.

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